Morales llama a sus bases a defenderlo, en medio de grandes protestas

En momentos en que el presidente Evo Morales enfrenta los mayores desafíos de su larga gestión, que inició en 2006, el país espera los resultados de una auditoría que realiza la OEA a las últimas elecciones y que podría implicar que se convoque a una segunda vuelta entre el Presidente y el segundo en los comicios, Carlos Mesa. En esa segunda ronda, se cree que Morales podría perder.

El mandatario está en medio de una crisis social y política de grandes proporciones, con marchas, manifestaciones y protestas en las nueve ciudades capitales de departamentos (provincias) del país, además de extensos paros y bloqueos de calles y carreteras y la toma de instituciones estatales.

Todo empezó el lunes 21 de octubre, un día después de las elecciones, cuando el sistema de transmisión rápida de resultados, TREP, fue repuesto tras una interrupción de casi 24 horas. Al reponerse el recuento, la diferencia de siete puntos había pasado a más de 10, lo mínimo necesario para eludir la segunda vuelta. Ello generó una ola de protestas que se expandió a todo el país y que desde entonces ha provocado la muerte de tres personas, todos ellos del bando de la oposición. En Bolivia amplios sectores de votantes acusan al oficialismo de haber cometido fraude.

Los activistas antigubernamentales también han provocado violencia, entre otras cosas haber vejado y humillado a una alcaldesa masista en la localidad de Vinto, pero en general los enfrentamientos son ocasionados por los grupos de choque del oficialismo. Esto se debe a la estrategia presidencial de convocar a los grupos que lo respaldan a enfrentar a los civiles que se oponen. Por lo tanto, se producen batallas campales, muchas veces ante la ausencia de la Policía. Morales ha optado por ese plan –enviar a sus adherentes a desbloquear calles y carreteras– para mostrar respaldo popular y evitar así que sea la Policía la que se encargue de la represión. Pero el método está ocasionando una sensación de inseguridad y confrontación muy grandes.

Morales venció ampliamente los comicios de 2005, 2009 y 2014, con más del 50% de los votos y hasta con 35 puntos de diferencia con el segundo y por ello nunca fue necesaria una segunda vuelta. En esta ocasión consiguió, según los resultados oficiales, 47,xx% contra 36,xx%,es decir 10,57% de diferencia. El resultado fue tomado como una victoria por la oposición.

Pero el Presidente, gracias a su enorme respaldo en las áreas rurales y entre los sectores indígenas del país, mantiene todavía el apoyo de casi la mitad del país y por ello su capacidad de maniobra es todavía muy alto. De hecho, ha logrado organizar con relativa facilidad marchas y manifestaciones de respaldo de sectores populares, justamente los que generaron posteriormente las protestas que ocasionaron las tres muertes y los más de 100 heridos hasta ahora. Ha señalado varias veces que no renunciará y el viernes volvió a pedir a sus bases que lo respalden.

Por otro lado, la oposición ha ido cambiando sus posturas con el paso de los días, haciendo más difícil el logro de una posible salida a la crisis. Primero aceptaba la posible segunda vuelta, para luego exigir nuevos comicios y, finalmente, la renuncia de Morales.

El ingreso en el escenario político con mucha fuerza de Luis Fernando Camacho, un líder cívico de Santa Cruz, el motor económico del país, ha generado aún más tensión y puesto al régimen contra las cuerdas. Grupos de choque del gobierno invadieron dos veces el aeropuerto internacional de El Alto de La Paz para evitar que Camacho pudiera salir de la terminal área. El escándalo, nacional e internacional, por este hecho, hizo que el oficialismo asegurara la seguridad del dirigente la tercera vez que éste llegó a La Paz. Camacho ha anunciado que desea entregarle, en persona, a Morales, un pedido de que renuncie a la Presidencia, lo que ha ocasionado mayores tensiones y una sensación de que el gobierno está a la defensiva.

Las dos posiciones en pugna no dan señales de ceder: el gobierno no piensa en renunciar o llamar a elecciones ni la oposición acepta los resultados electorales, mientras el país ya está en su tercera semana de protestas. La única salida a la crisis parece ser aguardar por el resultado de la auditoría. Si ésta estableciera que debe convocarse a una segunda vuelta, a la oposición no le quedaría más que aceptarla, lo mismo que al oficialismo. Quien la rechace podría enemistarse con la comunidad internacional y profundizar aún más los grados de violencia que se viven en el país. De todos modos, es más conveniente esa posibilidad para Carlos Mesa, ya que existen chances ciertas de que venza la segunda ronda, aunque luego tendría que gobernar con minoría en el Legislativo y enfrentar a los sectores que hoy respaldan a Morales.

Raúl Peñaranda es periodista boliviano.