La asombrosamente rápida caída de Morales
Uno de los sentimientos más presentes en estos momentos entre los bolivianos es el asombro. Muchos ven con incredulidad que un Presidente que gobernó con mano fuerte, durante casi 14 años y que todavía tiene una alta popularidad, hubiera podido perder el gobierno tan rápidamente.
Los hechos se produjeron de manera tan acelerada, que el sábado el presidente Evo Morales estaba llamando a un diálogo con partidos opositores, y el domingo presentaba su renuncia. El estallido de alegría en todas las ciudades bolivianas, que celebraron la caída de Morales como si se tratara de una victoria deportiva, contrastaba con la frustración de los sectores rurales y populares que respaldan al ahora expresidente. De hecho, se produjeron saqueos y desmanes el domingo en varias zonas de La Paz y la ciudad vecina de El Alto, incluida la quema de buses municipales.
La oleada de protestas que afectó a Bolivia desde el 21 de octubre pasado se debió a la manera descarada en que el Tribunal Supremo Electoral, controlado por el gobierno, manejó el recuento de votos. Cuando estaba computado el 83% de los sufragios, la diferencia entre Morales y Carlos Mesa era de siete puntos, lo que implicaba organizar una segunda vuelta, que se creía Morales perdería. Fue cuando, sin dar explicación razonable, el conteo fue suspendido. Cuando se retomó, casi 24 horas después, la diferencia era mayor a 10 puntos, justo lo necesario para que Morales ganara en primera vuelta.
El hecho, que fue considerado como un fraude por los opositores, versión que se confirmó con el informe de la OEA dado a conocer en la madrugada del domingo 10, fue la gota que rebalsó el vaso de una sociedad cansada con un gobierno autoritario y abusivo y que no aceptaba las reglas de juego de la democracia. En las nueve capitales de departamento de Bolivia se produjeron masivas manifestaciones, algunas violentas, porque la gente no podía aceptar que, por segunda vez, se les robara su voto. La primera ocurrió el 21 de febrero de 2016, cuando un referéndum rechazó que Morales pudiera acudir a un cuarto mandato. Pero Morales recurrió a sus amigos de los tribuales Constitucional y Electoral y éstos aceptaron que era su “derecho humano” postular a la Presidencia ilimitadamente.
En realidad, fue la falta del respeto al resultado del referéndum el que enardeció a las ciudades bolivianas este año, al mismo tiempo que cristalizó el apoyo al régimen de sectores campesinos y populares.
Como suele suceder en Bolivia, y de una manera muy similar a la caída de Gonzalo Sánchez de Lozada, el adversario de Morales, en octubre de 2003, en esta ocasión el clima de descontento se fue masificando y varios sectores se sumaron a las protestas, como universidades públicas, juntas vecinales y otras. De exigir que se realizara una segunda vuelta, que era la primera demanda opositora tras las elecciones, se pasó rápidamente a pedir nuevas elecciones y, finalmente, a que Morales renuncie.
El carismático líder cívico del departamento de Santa Cruz, en el oriente del país, Luis Fernando Camacho, fue el articulador de unas movilizaciones que llegaron a ser enormes, y por ello se lo considera hoy como uno de los dos líderes opositores más importantes. Mesa, el candidato que logró el segundo lugar, es el otro. Quizás se vean las caras cuando sean convocadas nuevas elecciones.
Pero el factor crucial para la tan sonada y repentina caída de Morales fueron los uniformados. Primero fue la Policía la que se amotinó, exigiendo mejores condiciones laborales y la renuncia del Mandatario, lo que implicó un duro golpe al gobierno. Luego, la estocada mortal la dieron las FFAA, que primero dijeron que no “confrontarían al pueblo”, es decir no reprimirían las manifestaciones, y luego, el domingo que le “sugirieron” a Morales que renunciara. Ese fue el final. Para entonces todas las ciudades bolivianas estaban en paro, las carreteras fronterizas cortadas, los colegios y universidades cerrados y una sensación de revuelta general difícil de controlar. Los casi 14 años de estabilidad previa habían llegado a su fin.
Morales, que empezó a gobernar en 2006, no está acabado, de ninguna manera. No por nada recibió, aún con fraude, el 47% de los votos. En su largo y sinuoso discurso de renuncia dijo que volverá a intentar recuperar el poder. Es seguro que procurará aquello, de aquí a unos años. Y no es descartable que lo consiga.
Raúl Peñaranda U.