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Kapuscinski not guilty


Son infundadas las acusaciones contra el famoso periodista polaco Ryszard Kapuscinski realizadas en el libro “Kapuscinski Non-fiction”, de Artur Domoslawski.



Mayo, 2011.- Artur Domoslaswki a la carga. El reportero polaco ha escrito una biografía del reconocido periodista y escritor Ryszard Kapuscinski, su compatriota y maestro. Para entender la polémica causada por el libro hay que entender quién era Kapu, como lo llamaban sus discípulos y amigos América Latina: nada menos que el periodista más famoso del mundo.

Antes de su muerte en 2007, Kapuscinski fue tratado con verdadera devoción por muchos redactores, especialmente latinoamericanos, que lo conocieron en sucesivos talleres que impartió con el auspicio de la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano, que preside Gabriel García Márquez. Grandes autores del mundo colocaron a Kapuscinski en un sitial de verdadero reconocimiento. John Le Carré: “Kapuscinski es un enviado de Dios”; Paul Auster: “Kapuscinski es el escritor más importante del mundo”; Fernando Savater “Kapuscinski es el gran humanista contemporáneo”; Salman Rushdie: “Kapuscinski hace milagros con el significado de los detalles más nimios”; Alvin Toffler: “El Emperador es un libro imprescindible”; John Updike: “Kapuscinski escribe con mágica elegancia (…) y alcanza poesía y aforismo”; García Márquez: “Kapuscinski es el verdadero maestro del periodismo”.

Una encuesta de 1999 lo eligió como el mejor reportero del siglo XX; ganó el premio Príncipe de Asturias, sus libros vendieron más de un millón de ejemplares y se mencionaba su nombre como candidato a obtener el Nobel de Literatura.
 
“Ese” Kapuscinski

Volvamos a Artur Domoslawski. Nada menos que “ese” Kapuscinski, ese que García Márquez llama “maestro”, ese que es el más famoso escritor polaco vivo, se dirige el año 98 al diario en el que trabaja Artur y pide conocerlo para felicitarlo por un artículo que había escrito sobre Colombia. Él tiene entonces 31 años. Kapu tiene 66. Podría ser su padre. Traban amistad. Artur lo visita muy seguido en la buhardilla que tiene Kapuscinski en su casa de Varsovia. Pero tres años después de su muerte, en 2007, no logra vencer el tan común deseo de “matar al padre”.

La estrategia le dio un gran resultado: la biografía ha vendido 120.000 ejemplares en Polonia, se ha colocado como un escritor conocido en su país y ha dividido, en partes iguales, a los periodistas del mundo que lo odian o lo admiran por su texto. Es como David contra Goliat: de una sola pedrada hizo tambalear a su “maestro” y logró interés internacional. Kapuscinski le ayudó cuando joven a asentar su carrera y, una vez muerto, le sirvió para catapultarse a nivel mundial.

Por eso la pedrada de nuestro David fue brillante… pero algunas veces las pedradas llegan a la cabeza de quien no la merece.

Domoslawski se despacha 600 páginas (Kapuscinski Non-fiction, editorial Galaxia Gutenberg) procurando probar una hipótesis principal: que Kapuscinski inventaba parte de las historias que publicaba en sus reportajes con el objetivo de “embellecer la realidad” y hacer más interesantes sus relatos. “Non-fiction” trata también de probar dos hipótesis secundarias: que el reportero vivía mortificado ante la posibilidad de que se revelara que había sido colaborador de los servicios de inteligencia polacos y que en su vida había utilizado sus contactos con la nomenclatura del Partido Comunista Polaco para darle impulso a su carrera y que frente a éste su posición siempre fue acomodaticia. Me referiré a estas dos últimas en otra ocasión.

Hipótesis principal: Kapuscinski “inventaba”

El libro de Domoslawski es como una gran taza de café ralo. Un tazón enorme en el que la bebida aguada presenta una y otra vez los mismos escasos argumentos para tratar de demostrar, sin lograrlo, las hipótesis mencionadas. En ese jarro grande de líquido decolorado también se presentan los argumentos a favor de Kapuscinski, pero de manera inconexa, limitada y solapada. En cambio, los pocos datos en contra del reportero polaco son desplegados una y otra vez, reutilizados y presentados con diferentes empaquetamientos con una insistencia que sólo usa un fiscal que, al no tener cómo probar la culpabilidad del acusado, reitera y reitera sus escasas presunciones. Veamos.

Uno

Un pasaje especialmente conocido del libro “La guerra del fútbol” de Kapuscinski menciona que él y cuatro de sus acompañantes, entre ellos los periodistas checos Jarda Boucek y Dusan Provaznik, estuvieron condenados a ser ejecutados por soldados belgas cuando estaban detenidos en un aeropuerto congolés, en 1961.

Al ser consultado sobre los hechos el periodista Provaznik, según un libro mencionado en “Non fiction”, éste dijo “no hay nada más que aclarar, Kapuscinski lo ha dicho todo”. Es decir, no desmiente los hechos, los confirma.

Domoslawski, sin argumentar por qué, desconfía de esa declaración y va en búsqueda de otro testigo, Boucek. Pero al haber fallecido, habla con el hijo de éste, Jaroslav, que escribió un libro en base a apuntes, cartas y crónicas escritas por su padre. Boucek hijo cree que Kapuscinski inventó la situación. Dice Boucek: “Seguramente Kapuscinski dejó que lo asustaran demasiado las fanfarronadas de algunos jóvenes y arrogantes oficiales belgas, que le dedicaron algunas lindezas del tipo: “¡A los periodistas estos lo mejor sería fusilarlos de inmediato!”. Luego añade: “(Jarda Boucek era un reportero veterano, testigo de varios conflictos armados) y las intimidaciones verbales no le hacían perder el aplomo hasta ese punto”. (Non-fiction, página 167).
Saquemos algunas conclusiones: Según los testimonios dados por Domoslawski, Kapuscinski y sus colegas sí estuvieron detenidos en el aeropuerto; los soldados belgas efectivamente los amenazaron de muerte y los amedrentaron verbalmente; uno de los testigos confirma lo asegurado por Ryszard; otros tres testigos nunca desmintieron los hechos, pese a la fama del relato. Tal vez era una fanfarronada (“¡A los periodistas estos lo mejor sería fusilarlos de inmediato!”) que Kapu se creyó. Pero no mintió.

Dos

La biografía señala que Kapuscinski inventó la leyenda de que había trabado amistad con el Che (Non-fiction, página 259). Analicemos las cosas. En la portada de una de las ediciones del libro “La guerra del fútbol” la nota del editor dice que Kapu conoció al Che Guevara, Patricio Lumumba y Salvador Allende. Sin embargo, en ninguno de sus innumerables relatos publicados, entrevistas concedidas o discursos pronunciados, Kapuscinski dijo jamás que había conocido al Che o a Lumumba (sí conoció a Allende). Según la biografía, John Lee Anderson le preguntó a Kapuscinski sobre ello: “bah, ese es un error del editor”, le respondió el Kapu. O sea que tampoco en privado Kapu se jactaba de aquello. Conclusión, puede haber sido efectivamente una equivocación de la editorial, aunque le pese a Domoslawski.

Tres

La biografía coloca también como ejemplo del embellecimiento de la realidad cometida por el reportero polaco el libro “El Emperador”, que cuenta la vida de Haile Selassie I, gobernante de Etiopía entre 1930 y 1975, año en el que murió. “El Emperador” es un libro que reconstruye, en clave literaria, la parte final del extraordinario reinado de este líder etíope. Lo hace con ironía, con juegos de palabras, con metáforas. El libro está construido sobre la base de entrevistas a los asistentes y empleados de Selassie, a los que Kapuscinski identifica con sus iniciales. Y los hace hablar con un lenguaje antiguo, propio del barroco polaco.

Los especialistas han visto en el libro un verdadero tratado sobre el poder. El mismo Kapuscinski dijo que lo había escrito con los gobernantes polacos en mente, a quienes no podía criticar debido a la falta de libertad de expresión en su país. Otros incluso identifican en sus párrafos rasgos de las dictaduras de Stalin y Mao.

O sea que con solo ojear las primeras páginas del texto el lector distingue que no está leyendo “periodismo objetivo”, sino un ensayo sobre los regímenes absolutistas, una mezcla de sátira y parodia sobre el poder y sus mecanismos. Pero aún así el autor de la biografía se traslada a Adís Abeba para refutar a Kapuscinski. Se reúne con la historiadora Bárbara Goshu; dice: “¿Qué con quién habló Kapuscinski? Pues con gente que conocía en los banquetes de la embajada. Alguno le susurraba algo en privado y luego él… bueno, ya sabe. Lo adornaba. Le echaba imaginación. Dividía el relato en varios distintos. Al parecer uno de los hombres del Emperador le dejó entrar una vez en el palacio, en secreto, para que se diera una vuelta por allí” (Non-fiction, página 440). No era necesario que Domoslawski emprenda aquella travesía para saber lo que es obvio: este libro no es periodístico y por lo tanto no se lo puede leer como tal. Otra cosa: historiadores especializados en el tema han detectado imprecisiones en el texto, lo cual es comprensible considerando que no es un libro de historia. Pero ello no es lo mismo que mentir o embellecer los hechos.

Cuatro

El cuarto argumento de Domoslawski lo trae hasta Bolivia. En su libro “Cristo con un fusil al hombro”, Kapuscinski hace un perfil de Rómulo Peredo, padre de los guerrilleros Inti, Coco y Chato. Ryszard nos pinta a un Rómulo Peredo, director del diario El Imparcial de Cochabamba, como una persona que no logra controlar su problema con el alcohol y que se comporta antiéticamente, chantajeando a algunas personalidades de su ciudad. (Non-fiction, página 453). Esa es la fama que tuvo, pero es verdad que es la mitad de la historia. La otra es que Peredo fue el primer prefecto de Pando, un senador, un pacifista que se opuso a la Guerra del Chaco. Kapuscinski se queda con una sola versión sobre Peredo y actuó, por eso, injustamente, sin reflejar a la persona en toda su complejidad. Pero no creó ninguna “realidad”.

Cinco

En su libro “El Imperio”, Ryszard da a entender que su padre, como oficial de reserva, había sido tomado preso y logrado huir de las fuerzas soviéticas en 1939. Al rememorar lo que vio cuando tenía siete años, escribe: “Ahora está de pie ante nosotros, vestido como un campesino de Polesia, flaco, demacrado y con barba de varios días (…) De las palabras que dirige a madre deduzco que cayó preso de los soviéticos y que éstos lo habían obligado (…) a ir al este”.

Sobre el tema el libro “Non-fiction” menciona que, cuatro años antes de morir, Ryszard afirmó en una entrevista: “(Mi) padre, oficial de la reserva, se fugó de un transporte a Katyn”, en referencia a la masacre de 4.000 soldados polacos que tuvo lugar durante la guerra a manos de los soviéticos en el bosque de ese nombre. Es el evento más dramático de toda la historia polaca. (Non-fiction, página 52).

Domoslawski entrevista en su libro a la hermana de Ryszard, que dice no recordar que su padre haya caído preso durante la guerra. Si la hermana no puede atestiguar que su padre eludió la masacre es que el evento no existió. ¿Lo inventó Kapuscinski? ¿Se enredó? ¿El periodista que lo entrevistó confundió las cosas? No podemos saberlo porque Kapuscinski no está vivo para dar su versión.

Pero supongamos lo peor, que inventó el hecho. Si es así, lo hizo evidentemente para añadir dramatismo a su vida. O sea que cometió un error, engañó. ¿Existe algún atenuante? Sí. Primero, no lo escribió en ningún libro, lo dijo en una entrevista. Segundo, lo que sí publicó al respecto es matizado con un “De las palabras que dirige a madre deduzco que cayó preso” haciendo memoria de sus sensaciones infantiles.

De las 600 páginas de su biografía, Domoslawski destina sólo 23 (4%) a exponer las supuestas historias inventadas que son las que he mencionado (fusilamiento, Che, Selassie, Peredo y Katyn). Y pese a que, como se ve, no tienen fundamento, concluye que Kapu sí inventó historias, idea que repite hasta el hartazgo en el texto.

Emboscada guerrillera

Hay otros eventos mencionados en la biografía que casi no valdría la pena mencionar. En el primero, Kapuscinski cuenta en “Ebano” que, junto a otras personas, fue emboscado por guerrilleros ugandeses. En su relato dice que el camino era angosto y lleno de baches. Un testigo de los hechos, el escritor William Pike, que viajaba con Kapuscinski le confirma a Domoslawski que fueron emboscados y que le impresionó la calma y valentía que mostró Ryszard. Pero Pike asegura que el camino no era angosto sino una carretera pavimentada. Si hubiera sido al revés, si hubiera confirmado que la carretera era angosta pero que la historia de los guerrilleros no existió, pensaríamos que hubo una “creación”, pero no al revés. (Non-fiction, página 457).

Idi Amín

El segundo, también situado en Uganda, es el relato de Ryszard incluido en “Ebano” que señala que en una ocasión vio un pescado sacado del lago Victoria. Los que están con él se quedan estupefactos por el tamaño del ejemplar, que es enorme. “Todo el mundo sabía, cuenta Kapuscinski, que los sicarios de Idi Amín llevaban tiempo arrojando al lago los cuerpos de las víctimas”. Nada más. Se da a entender que el tamaño del pez se debe a que se alimentó con esos cuerpos, pero Kapu no lo afirma.
Aquí Kapuscinski también sale indemne porque nos cuenta que eso es lo que creía la gente, no que era necesariamente cierto. Además se sabe que en Uganda se introdujo en los años 50 la perca del Nilo, un pez depredador que terminó con la fauna local y que adquiría gran tamaño (Non-fiction, pag 458). O sea que sí había peces gigantes en el lago Victoria, según Domoslawski.

Perros de raza

En el tercero, publicado en su texto “Un día más con vida”, menciona que al huir los europeos de Luanda, capital de Angola, ante la inminencia de la llegada de las guerrillas independentistas, abandonaron a sus perros de raza en las calles. Ryszard cuenta que vio decenas de esos canes, seguramente los primeros “perros de raza abandonados”. Domoslawski dice que es una “imagen inventada”, pero no aporta pruebas, supone que algo así no podría suceder. El biógrafo no capta tampoco la ironía. Dice Ryszard: “(si los perros) tomaron rumbo al este (…) es posible que llegaran a Zambia, luego a Mozambique e incluso a Tanzania. A lo mejor siguen peregrinando todavía…”. Está bien que un periodista no pueda inventar, pero supongo que Domoslawski entiende que sí existen las figuras literarias. ¿O mintió Kapu al creer que estos perros eran inmortales al decir que “siguen peregrinando todavía?”. (Non-fiction, página 459).

Repaso a los libros

He vuelto a leer los libros “Un día más con vida”, “El Sha”, “El imperio” y “Viajes con Heródoto” y calculo, tras una somera revisión, que Kapuscinski relata (sólo en esos textos) unos 200 eventos. Son producto de 30 años de carrera y de la visita a una cincuentena de países. Y Domoslawski logra detectar ocho “errores” en esos relatos. Y de esos ocho, como hemos visto usando los propios argumentos del biógrafo, sólo uno es un invento (aunque no publicado por él sino expresado en una entrevista): que el padre de Ryszard estuvo en riesgo de ser enviado a los campos de exterminio de Katyn. Los otros siete no son inventos, según el propio Domoslawski.

Se demuestra que Kapuscinski no es culpable y debemos lamentar que su biógrafo haya causado tanta polémica internacional con tanta hojarasca. El problema es el siguiente: fuera de Polonia pocos han leído el libro y el mundo se quedó con este titular de agencia: “Según una biografía, Kapuscinski inventaba sus historias”. Lamentable. Hay que examinar las 600 páginas de Domoslawski con cuidado porque los argumentos a favor de Ryszard están ocultos, entre líneas. El resto son parrafadas sin sustento. Leyendo atentamente Non-fiction, llegamos a la conclusión de que Kapuscinski es “non-guilty”, inocente.

(RECUADRO)

La última carta de Kapuscinski

Conocí a Ryszard Kapuscinski en 2004, en un taller de crónica realizado en Venezuela. No me podía convencer que un escritor de su talla fuera, a la vez, tan modesto. Un hombre que había recorrido el mundo y vendido un millón de ejemplares trataba a los miembros del taller como sus iguales, sus colegas. “Díganme Ricardo por favor”, nos dijo. “Nada de ‘maestro’”. Nosotros optamos por llamarlo Kapu, nombre que parecía agradarle mucho. En los meses y años posteriores tuvo la gentileza de responder a las cartas que le envié por correo aéreo (no utilizaba e-mail). La última la escribió el 10 de noviembre de 2006 en respuesta a mi solicitud para que me ayudara a postular a la beca Nieman, de Harvard, que finalmente obtuve. Yo siempre he querido pensar que esa fue la última carta que Kapuscinski escribió. En diciembre notó que no podía digerir los alimentos y su salud decayó rápidamente. Los médicos ordenaron una ecografía y descubrieron que tenía un tumor en el páncreas. Fue internado en un hospital a fines de diciembre y murió el 23 de enero al no resistir la operación a la que fue sometido. Paz en su tumba.

Raúl Peñaranda U.