Relación de OAS con el MAS: la verdad tarda, pero llega

Cuando en 2010 el presidente Evo Morales mostró una obcecación inexplicable por construir la carretera a través del TIPNIS, los medios, los analistas y los dirigentes opositores intentaban dar explicaciones sobre ello. No se podía entender cómo el Presidente estaba dispuesto a jugarse su prestigio de defensor de la pachamama y de los indígenas por una obra que, a primera vista, no era crucial para el desarrollo nacional.

Se daban explicaciones de todo tipo: que el camino iba a servir para aumentar la producción de coca; que la ruta iba a “quebrar” los intereses de los agroindustriales de Santa Cruz; que se buscaba generar un nuevo corredor bioceánico, etc.

Ahora sabemos que las razones de tal obstinación eran mucho más pedestres: Morales tenía que darle “compensaciones” a la OAS, la empresa invitada a hacer esa obra. Se lo había pedido su amigo Lula Da Silva ya que otra empresa brasileña, Queiroz Galvao, no estaba dispuesta a cumplir el contrato del camino Potosí-Tarija.

La Queiroz, en las narices del gobierno del MAS, simplemente embolsó el dinero de la obra (empezó en 180 millones y terminó en 226 millones de dólares) y se mandó a cambiar. Pero el camino no había sido apropiadamente concluido y se necesitaba que alguien lo hiciera. Allí entra en juego Lula, que le ofrece a Morales que la OAS lo haría, pero como las condiciones no eran suficientemente buenas, había que “compensarla”. ¿Cómo? Dándole otra obra, la del TIPNIS. Lo sabemos porque el expresidente de la OAS, Leo Pinheiro, acaba de contar esa sabrosa historia a los jueces de Brasil en el marco del caso Lava Jato. Nosotros añadimos que el plan se hizo con un sobreprecio superior a los 200 millones de dólares.

El relato de Pinheiro nos permite entrever cómo el presidente Morales toma sus decisiones. No debería sorprendernos mucho, ya que él mismo dijo que “le mete nomás” y que sus abogados luego arreglan sus entuertos. En este caso, la ineptitud de la gestión pública hizo necesario, sin cumplir ni una norma, que una empresa como la OAS se hiciera cargo de lo que la Queiroz no había concluido y, para que lo hiciera debía “compensarla”. Llamadas a su amigo Lula terminaron de resolver el problema.

La OAS procedió a estimar en 415 millones de dólares el costo de la ruta a través del TIPNIS, sin siquiera establecer un trazado para la misma. Los especialistas, entre otros José María Bakovic, expresidente del Servicio Nacional de Caminos, señalaron que el sobreprecio era de unos 200 millones de dólares. Entre quienes se iban a repartir esos recursos extras no se sabe bien, pero lo intuimos. Habría que añadir que en abril de este año, una comisión congresal de mayoría masista y presidida por Susana Rivero impidió que la OAS fuera investigada en Bolivia. También intuimos por qué.

Morales, en persona, empezó a defender el malhadado proyecto. Hizo que lo apoyaran los intelectuales, periodistas y dirigentes del oficialismo que, seguramente sin entender bien qué pasaba, no les quedaba otra que hacer lo que el Jefe les decía. Me pregunto cómo se sienten, ahora que se sabe que todo era parte de un entramado de irregularidades y corrupción.

En ese momento, Bakovic fue más allá y denunció, en documentos difundidos por el periodista Marco Zelaya, que los contratos a favor de la OAS en realidad debían sumar mil millones de dólares (recibió solo parte de ello por concluir las obras Potosí-Tarija y Uncía-Potosí) como pago por haber respaldado la campaña del MAS en 2005. Lo que no se podía probar ahora ha quedado en evidencia tras aparecer fotografías, publicadas por ANF, de ejecutivos de esa empresa acompañando a actos de Morales y García Linera ese año.

Pero el MAS necesitaba incluso más recursos. El exministro de Hacienda de Lula, Antonio Palocci, testificó hace dos meses ante el Congreso de su país que Lula cobró coimas a la empresa Odebrecht, otra compañía constructora de Brasil, y destinó parte de ellas a financiar las campañas electorales de Evo. Parece que la libra de coca que cada campesino del Chapare dice donar para las campañas del MAS no son suficientes, después de todo.

La gran movilización ciudadana organizada alrededor de la valiente marcha de los indígenas del TIPNIS impidieron que este entramado de daño al medio ambiente y corrupción (¡200 millones de dólares de sobreprecio!) pudiera ejecutarse. Podríamos decir que la verdad tarda, pero llega. En este caso, gracias a los jueces del Lava Jato de Brasil.

Raúl Peñaranda U. es periodista.